Los niños son un proyecto de futuro.
¿Por qué mi niño no me come?
Creo que es la frase mas dicha por todos los padres de todas las épocas. En este post voy a intentar dar luz a las principales causas de porqué los niños dejan de comer.
Educación en la alimentación, cuestión de hábitos
La responsabilidad del comportamiento, tanto bueno como menos bueno de los niños, recae sobre los padres, principalmente, y como factor secundario de los educadores y adultos que conviven con él.
Somos su modelo a seguir, de ahí la importancia de ser coherentes con nuestros actos. Hasta su paso al Centro escolar lo que ve en casa es la normalidad y el estilo de vida para seguir.
Como digo siempre, un niño es una hoja en blanco y sus padres, la pluma que escribe sobre ella.
El adulto que será mañana tu hijo dependerá mucho de sus vivencias en la infancia.
Mi niño no me come porque no tiene hábitos adquiridos
Los hábitos son la línea a seguir desde el primer día que el bebé llega al mundo: Hábitos de sueño, hábitos de higiene, hábitos de comida.
Establecer un hábito, es la mejor opción para la prevención de futuros problemas con la alimentación infantil, esto lo conseguimos integrando horarios, rutinas y atendiendo a los cambios necesarios experimentados en las etapas de crecimiento de los niños.
Mismo horario: Es importante dar de comer a los niños, siempre que sea posible, a las mismas horas.
Mismo lugar: Es primordial tener un lugar, dónde la familia se reune a comer, cocina, comedor, salón, da igual, pero que sea identificado por el niño como el lugar donde la familia realiza la comida diariamente.
Siempre de la misma forma: Por ejemplo, lavado de manos, poner el babero, sentarlo en la trona o silla… De esta forma, cuando el niño ve estos gestos, rápidamente lo identifica con la hora de comer y se predispone a ello.
Antes comía muy bien, pero ahora mi niño no me come
Cada niño tiene su ritmo de crecimiento, y en cada etapa tiene unos requerimientos distintos.
- Desde el nacimiento hasta los 6 meses, la alimentación del niño es, exclusivamente, de leche, materna o adaptada.
- Cuando la necesidad del niño aumenta añadimos cereales.
- A partir de los 4-6 meses vamos introduciendo alimentos de forma progresiva, incorporando nuevos sabores y texturas.
El problema viene cuando no se respetan estas etapas, cuando no se hace en cada una de esas etapas lo que hay que hacer.
Si entre el año y año y medio no damos a probar al niño nuevos alimentos, mas tarde, el niño puede negarse a masticar o le rechazará sabores, salados o ácidos.
Esta fase, la mayoría de las veces los padres se la saltan por la comodidad que supone el biberón o la papilla o la textura puré, que el niño tiene asumida. De este modo, la comida se hace de forma rápida y sin contratiempos.
La paciencia es la mejor de las consejeras para llevar a cabo las transiciones de etapas
- Del biberón al puré
- Del puré a los trocitos de alimentos blanditos. Es preferible empezar por dejar trocitos a la hora de pasar la comida, para que se vaya adaptado a lo sólido.
- Mas adelante, pescado, jamón de york, queso fresco, para que poco a poco vaya integrando la masticación a su proceso de alimentación.
Comidas sin prisas
Debemos hacer de la hora de la comida un momento agradable, de complicidad, de disfrutar saboreando la comida.
Quizás, incluso, debamos ser algo exagerados manifestando el sabor de los alimentos: ¡Uhhmmmm qué ricoooo!, gesticulando para que el niño nos imite y acepte como bueno el nuevo alimento.
Tampoco se ha de comer con prisas, la comida debe durar entre 20 y 40 minutos, sin son muy rápidas podemos alterar el estado de ánimo del niño, si la extendemos mucho en el tiempo, el niño puede tomar este momento de máxima atención hacia ellos y entrar en la manipulación llamando la atención a través de la comida.
No a las recompensas
La comida no es un juego, la comida es una parte del día a día del niño que ha de hacer sin darle mayor importancia.
No debemos caer en el error de recompensar al niño por comer su comida. Comer es un hábito que se consigue a partir de establecer rutinas y no como parte de una negociación.
Las cantidades adecuadas
Los padres se obsesionan con que sus hijos han de comer como un adulto, y de no ser así, se convierte en un problema.
Hasta el primer año el niño crece mucho y muy rápido, es por eso que en esta etapa los bebés suelen tomar bastante cantidad de alimento.
A partir del primer año, el crecimiento del niño se ralentiza, bajando su necesidades calórica. En ese momento las madres empiezan a crear su propio drama, y nace la frase estrella: “Mi niño no me come”. Es importante respetar los horarios, pero también las necesidades nutricionales de los niños.
Según la revista Pediatric, los niños que continúan con el biberón mas allá de los 12 meses, tienen mas riesgo de padecer obesidad; ya que los padres empiezan a sobrealimentar a sus hijos con cereales o suplementos en el biberón porque creen que no han comido bien.
El peligro de la sobrealimentación
Por otro lado están los niños a los que se está continuamente ofreciendo comida porque en la anterior, sus padres piensan que no comieron suficiente, con lo cual el niños se acostumbra a picar continuamente y cuando llega la hora de la siguiente ingesta, no tiene hambre.
Esto tiene una consecuencia importante, el niño no reconoce la sensación de hambre, ni tampoco la de saciedad.
Enseñar con el ejemplo
La importancia del ejemplo en la adquisición de hábitos y costumbres es primordial, no puedes pretender que tu hijo coma fruta o verdura, si nunca te ve hacerlo a ti, o si nunca ve ese tipo de alimentos en casa; sobre todo, a partir de los 4 años, cuando los niños empiezan a cuestionarlo todo.
Lo mas fácil es que te vea comer fruta a tí, hay un 99,9% de probabilidad de que se le antoje y quiera comer de tu plato.
Es muy posible que acabes volviendo a la cocina para poner más fruta en el plato.