La obesidad y la adicción a la comida, la verdadera pandemia de nuestra era.
Se da por admitido en todo el mundo desarrollado con una naturaleza que asusta, que la obesidad y la adicción a la comida será la pandemia de siglo XXI. Estamos atrapados en un mundo obsesionado por comer mal para luego hacer dieta, como si fuese algo normal, como si los atracones y la ingesta de ciertos alimentos pasaran de largo para nuestra salud.
La obesidad, es un tema recurrente en reuniones y tertulias. La mayoría de la gente con sobrepeso, se pasa el fin de semana comiendo a destajo para despedirse, ya que el lunes empieza la dieta, que seguramente, acabará con toda probabilidad el miércoles, o con un poco más de fuerza de voluntad durará hasta el viernes. No pasa nada, si la dieta no funciona, también probarán con algún medicamento o dieta milagro , que nos puede poner en nuestra línea en unos días.
¿Por que nos obsesiona la obesidad?
En los muchos años que llevo dedicándome al mundo de la alimentación y la dieta, así como tratando con los problemas relacionados con la obesidad, he podido ver, que el problema no está tanto en la necesidad de comer o en tener que luchar contra el hambre, sino en la vida social que rodea comida. La obesidad nos obsesiona, pero no nos asusta, no porque si lo hiciese, todo el mundo se daría cuenta que se puede comer lo que nos gusta, disfrutar comiendo y llevar una vida sana, sin necesidad de recurrir a soluciones rápidas que no funcionarán y claro está, sin padecer los problemas de la obesidad.
Buscamos la solución a la obesidad en el futuro, en nuevos medicamentos que nos permita comer y perder peso a la vez, sin darnos cuenta que debemos buscar primero las causas de la adicción a la comida, y esas están más bien en el pasado.
¿En qué momento, la comida pasó de ser una necesidad fisiológica a formar parte de nuestro cerebro?
La respuesta a esta pregunta hemos de encontrarla en nuestras emociones, en ese momento, en que la vida dejó de interesarnos lo suficiente, dejando un vació emocional que hemos aprendido a llenar con comida, si estoy triste como, si estoy alegre lo celebro con una gran comilona, si quedo con mis amigos, quedo para comer, merendar o cenar, da igual, las horas se nos van alrededor de una mesa y de ricos manjares cargados de indeseables calorías.
De esta manera la adicción a la comida se ha convertido en un patrón de comportamiento de jóvenes y mayores, de mujeres y hombres. Hemos adoptado la comida como la medicina que calma nuestra zozobra interior, ya desde nuestra más tierna infancia, nuestros lloros eran calmados con la leche materna, un niño obeso, era signo de salud y riqueza. Volvemos al mismo consejo, es muy fácil disfrutar comiendo, comer lo que nos gusta y además que resulte sano, sólo necesitamos actualizar una educación alimentaria que se fué degenerando por el estilo de vida de nuestros días.
¿Qué podemos hacer para dejar la adicción a la comida?
Paul Mckenna, conocido psicólogo británico, propone una técnica psicológica interesante para poder comer a gusto, aprendiendo a ser más consciente cuando comemos y poder así discriminar entre el hambre y la ansiedad.
- comer sólo cuando tenemos hambre
- comer sólo lo que nos gusta (que sí, que también existen alimentos saludables que te gustan)
- disfrutar cada bocado conscientemente en forma lenta
- dejar de comer cuando creemos estar llenos
Yo a estos cuatro importantes consejos añadiría dos mas:
- Aprender a distinguir entre hambre y ganas de comer.
- Ocupar tu cabeza con actividades placenteras que no tengan ninguna relación con la comida.
Por lo tanto, la comida y la obesidad tiene que dejar de ser causa de obsesión. Todos sabemos en cierto modo lo que es bueno y lo que no para nuestra salud. Se puede disfrutar mucho comiendo sano. Comer bien es muy importante, pero el hecho de comer no puede ser el centro de nuestro día. Olvidemos eso de aceptar con normalidad tomar alimentos poco saludables o darnos atracones porque pensamos que para algo están las dietas y los medicamentos. Mejor aprender a comer sano y bien y olvidarnos de la hora de la comida para dedicarnos a otra de las muchas actividades placenteras de la vida.